Crónica de la Viento en cola del club Flearflear

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El pasado fin de semana el club Flear-Flear organizó la IV edición de la  “Ruta viento en cola” en la que recorrieron 160 Kms en dos partes:

  1. Venturada-Siguenza 90 kms
  2. Siguenza-Ibdes( Zaragoza)

Os dejamos a continuación la crónica de Victornillo para que podáis vivir en primera personsa lo bonito de esta aventura:

Erase una vez, una hermosa mañana de Febrero, un grupo de voladores al trapo se juntaron a las 8 de la mañana en el aeropuerto internacional de Venturada (Ventu international airport) dispuestos a pasar frío, conocer nuevos paisajes y llegar lo más lejos posible en un día con la ayuda del viento.


Foto de  Pedro Antonio Cabezuelo
Foto de Pedro Antonio Cabezuelo


Tal como estaba previsto, preparamos todo y nos vamos colocando en posición de despegue. La idea era que no despegara nadie hasta que no estuviéramos todos preparados, pero ya se escapó más de uno antes de ese momento… hummm la próxima vez una pistola de bengalas y un megáfono. Ja ja. Mientras revoloteaban por encima, por abajo las preparaciones se hacían sin prisa pero sin pausa, como debe ser. Una maravilla ver todas las velas en el suelo y en fila de dos como en un aeropuerto. …Y empezamos a salir los demás.

Vamos saliendo uno tras otro como en una película de esas tipo “La Batalla de Midway” o similar. Sale Ernesto, perfecto, Javi Alb, perfecto, Rodri impecable (vaya día que echó el tío! todo le salió bien), Javi Muelas, buena carrera viento cero con la Reaction, bien, Oscar, Yo, Alfonso y para terminar Paco y Romina. Todos a la primera!! Yujuuu! ya estamos todos en el aire, ahora a reagruparse… estoooo dónde están todos? Llamo a los que estaban delante (Rodri y Pedro), pero no me reciben. Parece que la radio me funciona a ratos. El maldito conector nuevo no quiere entrar bien y se sale. También tengo que luchar con un par motor que me hace la vida imposible. He cambiado el paraca de emergencia de lado y se nota una barbaridad. Tanto que tenía que ir con el tira-estabilos permanentemente tirado y las piernas cruzadas. Esas dos cosas me quitaron mucho el placer del viaje. Dos lecciones que aprendí para la próxima.


Foto de Victornillo


Meto el acelerador para tratar de acercarme a correcaminos Rodri y Pedro e intentar reagruparnos, pero no hay manera. Por el camino adelanto a Eduardo, Oscar y me cruzo con Paco que se había dado la vuelta para buscar a Romina. A los demás no les pierdo de vista… joer… todos desperdigados, justo lo contrario de lo que se pretendía…y la radio no furula bien. Ya doy por imposible lo de volar todos más o menos juntos y me concentro a disfrutar del vuelo. La previsión de viento se cumple a la perfección en dirección, pero la velocidad es algo mayor de lo previsto 25-30 km/h. Laminar. Bueno, si no va a más, perfecto para una viento en cola siempre que haya gradiente y en tierra permita el despegue.

Avanzo ya sin acelerar la vela a 68 km/h. Que placer! Un ritmo ideal. Me vuelvo a esperar a alguien de los que he dejado atrás. Entonces es cuando oímos por la radio una frase que me resulta familiar “Se me ha parado el motor”. Pero dicho con ese medio tonillo de humor que tiene Pedro y que parece que está de coña… Bueno pues no, no está de coña, se le ha parado de verdad y tuvo que aterrizar. “Carlos, digo, Pedro, arráncalo por Dios!” Le grité por la radio. Pero no pudo. Otra vez el maldito cable de la bobina… es curioso como algunos motores se empeñan en repetir los problemas. Al que le da por una cosa le da. Unos la bobina, otro el muelle del escape, otro la carburación, otro el arranque, otro la batería, otro el cigüeñal… existirá un motor perfecto?? Bueno sí, el que vendí hace poco, claro, je je.



Con mi radio fallona oigo a los del apoyo en tierra que ya van al rescate. Si señor! Esto funciona. Pero al poco rato…: “Se me ha parado el motor” Dónde he oído yo eso antes? Es la voz de Oscar acompañada de algún taco que no recuerdo (póngase uno cualquiera, cualquiera vale con tal de que sea gordo). Me giro 180 grados a ver si le veo. Le oigo hablar con Javi A.. Localizo bastante lejos la vela de Javi, busco por ahí y veo más abajo la de Oscar haciendo un giro cerrado cerca del suelo y sobre una zona toda verde. “Espero que no sean árboles”, pienso. Veo como la vela se desinfla y por suerte oigo a Javi A. que habla con él. Ha volcado el trike, pero todo está perfecto. Ha atinado en un camino rodeado de jaras pegajosas que hicieron que le costara sacar la vela de ahí, pero nada más. La aventura es la aventura y esto forma parte de ella. Las paradas de motor son hasta emocionantes y divertidas siempre que no se haga uno daño en el body o en el bolsillo (o al menos, no demasiado). Esta vez ha sido un rodamiento del cigüeñal… pero no de un cigüeñal cualquiera si no el de un motor de récord Guinness: Más de 2000 horas… o son 3000? Oscar ama a su motor, no se acuesta con él porque huele a gasolina (eso no solo le pasa a Oscar, también a la mujer de alguno) y la relación es tan íntima que hasta cuando discuten, sabe perfectamente cual es el punto débil: Dijo, ésto es el rodamiento del cigüeñal, y acertó según la autopsia del día siguiente.

Volviendo a lo de las paradas de motor, pues sí, tienen su gracia siempre que no se acumulen… “Tengo que aterrizar” vuelvo a oir por la radio… “Joer casi prefiero que no funcione”-pienso-” cada vez que meto el puñetero conector oigo que a alguien se le para el motor”. Esta vez es el turno de Luis, que le ha fallado el sistema de pasar la gasolina de un depósito a otro y ha tenido que aterrizar. Suavecito y con estilo, según cuentan los testigos. Lo arregla en un pis-pas y despega casi en un plif-plaf! , pero biennn.



Pero qué bonito paseo aéreo, algo en solitario, pero bueno, me empeño en buscar a Javi A. y nos comunicamos por radio, me dice que va lento porque se le ha roto un muelle del escape y lleva trimmers metidos para no meter mucha caña al motor y aumentar las vibraciones. Joer, no se si llegaremos muy lejos en ésta ruta, pero emoción no falta. Razón de más para buscarle, pero entre mi radio, su GPS, mi par y no se que coña más no nos encontramos. Al final tiro “palante” en solitario hasta llegar a Sigüenza y acercarme a ver la ciudad más de cerca con su castillo y sus monumentos. Justó al acercarme había turbulencia así que no me acerco demasiado tampoco y después de 2 horas de vuelo me voy a aterrizar. Allá en tierra estaba Rodri haciendo de controlador de vuelo, señalero, manga de viento y humorista, todo a la vez mientras hablaba por teléfono con nosequién y por radio con nosecuón.



Poco a poco fueron llegando el resto de chalados con sus locos cacharros y las dos primeras furgonetas para formar un ambientazo de vuelo en tierra repleto de buen humor. Entre batallitas y repostajes el viento se fué poniendo demasiado feo. Fuerte para despegar con trike y racheado lo que es síntoma de que íbamos a cobrar seguro y más al ser las horas centrales del día. Las nubes tampoco tenían buena pinta. Al final se decidió comer en el campo de vuelo después de que el apoyo en tierra fuera al pueblo a “atracar” un supermercado.

Se supone que yo debía tomar la decisión de despegar o no… je jeeeee tuvo gracia. Unos me tiraban de un brazo para que despegáramos de una vez y otros del otro para que esperásemos a que se calmara más.

Al final decisión salomónica: Ni una cosa ni otra. Esperamos un poco a que baje y despegamos. El plan: No cobrar demasiado, y como ya se veía que no llegaríamos más allá, llegar con tiempo para ver el Monasterio de Piedra una vez cerca del aterrizaje previsto. Un pueblo al lado del monasterio llamado Ibdes (Zaragoza).

Despegamos detrás de Javi A. que no le tiene ningún miedo a las turbulencias y parece que le rebotan (me acuerdo de tu primera ruta con la Nemo, je je). Otra vez todos (o casi) despegamos a la primera muy bien y ponemos rumbo al monasterio. Paco y Romina salieron más tarde sin prisa para cobrar menos, aunque también cobraron y a Romina se le juntaron las turbulencias con el hecho de probar una nueva vela lo que la hizo aterrizar antes de tiempo y terminar la ruta en coche. Lo que no desmerece en nada el mérito de atreverse con una ruta como ésta con tan poca experiencia.


Los demás íbamos cobrando más o menos y dando caña al motor porque parece que volábamos en una onda de montaña ya que había una descendencia permanente que duró más de media hora y que se veía interrumpida por pequeñas térmicas. Ahora volábamos a 70 Km/h. sobre “molinos” de viento y campos de matorrales a veces lejos de la civilización. Es la provincia de Soria, que cruzamos por el sur para entrar en la de Zaragoza con más tierras de cultivo aunque bastante perdidas.

En ésto me empieza a perder vueltas el motor. “Es una broma, je je. Esto no está pasando, otro fallo? Otro que se va a tierra antes de tiempo?” Gas a fondo y las revoluciones bajando 7000, 6000, 5000 … ya no me mantengo… me voy para abajo poco a poco. Lo digo por radio y no me escucha ni San Pedro. Menos mal que iba a 1600 de altitud (900 sobre el suelo) así que aunque perdí mucha altura me dio tiempo a probar cosas. La primera a dejar un rato el motor en ralentí y dar acelerones fuertes a ver si era una suciedad en el chiclé de alta y así se movía y… funcionó. De pronto, volvió a renacer cuando ya iba enfilando un camino perdido. El resto de la ruta ya no la hice tranquilo y cogí mucha altura de seguridad. Por delante ya se veía de frente y a la derecha otro paisaje, el del rio Piedra con sus impresionantes cañones.

Eso fue lo más bonito de la ruta: La llegada de varios al cañón y la aproximación a Nuévalos. Nos volvimos pronto pues las condiciones eran complicadas, pero seguro que se nos ha quedado a todos bien grabado lo poco que pudimos ver. En mi caso desde muy arriba.

Pronto empezamos a buscar un aterrizaje. Alfonso encontró uno muy cerca del pueblo y no se lo pensó dos veces. Se fue para allá. Rodri encontró uno mejor al lado del cementerio (yuyu) y nos fuimos todos para allá. Me costó bajar por la altura, pero esa bajada a motor en ralentí con ese paisaje es lo que se me ha quedado más marcado . Un entorno para volver. Aunque sea despegando desde allí mismo.



Para terminar la movida de la recogida en el portaaviones de Carlos y resto de furgos y remolques entre bromas y la consabida expectación de los del pueblo. “Esto no se ve todos los días”, decía el dueño del campo, tío majo como todos los maños que conozco y que estaba orgulloso de que hubiéramos elegido su campo . Luego merendola-degustación de productos de la tierra en el bar del tío del que nos hizo las fotos… Que buena gente hay en los pueblos! Y cuantos pueblos hay por esas tierras perdidas! Nadie lo sabe tan bien como nosotros, los chalaos que vuelan bajo un trapo.

Hasta otra!!!

Victornillo

Felicidades chicos!

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