El pasado sábado 24 de Febrero, 5 integrantes del club Flear Flear y 3 asistentes en tierra lograron llegar a Córdoba volando en paramotor desde Madrid, una ruta preciosa organizada por Victornillo.
Antes de dejaros con la crónica que el propio Victornillo ha escrito, quería animar a todos los clubs y pilotos a que nos enviéis vuestras aventuras. Hace unos años estas crónicas eran habituales y llenaban nuestras listas de correo. Con el paso del tiempo y las nuevas tecnologías y medios sociales se ha perdido la costumbre, y es una auténtica pena. Es por ello que os animamos a que las hagáis y queden para siempre entre nosotros.
Ahora si, vamos a la crónica!:
7 de la mañana, Villanueva de la Cañada (Madrid), llegamos al campito que nuestro compañero de rutas Javi A (Albi) tiene preparado para éstos menesteres y lo que se tercie. Es noche cerrada y ya está Antonio, el más madrugador del grupo, con casi todo preparado. Enseguida llegan los demás. Aun de noche y ya estamos todos, buen presagio:
- Richi, el piloto anti-turbulencias. No solo es que no le molestan, sino que parece que las va buscando. Vamos que si le dices que va a ser un vuelo tranquilo yo creo que ni va.
- Romina, la piloto incombustible, también le va la marcha. No distingue entre una térmica y unas cosquillas. Siempre quiere más y más y si no la paramos se nos va a Écija… o a Cádiz.
- Paco Escolar, el maestro, con su toque profesional hace que todos nos sintamos más tranquilos. Sabe cuándo hay que tirar y cuándo hay que parar, por dónde hay que pasar… y también cuándo hay que comer bien o pedir pacharán.
- Antonio Iglesias, el sensato, pone ese toque de sensatez al grupo, fundamental cuando la adrenalina nos empuja demasiado o cuando hay que tomar decisiones difíciles.
- Ana y Jose, apoyo de lujo, con su furgoneta-hangar nos facilitaron mucho las cosas. Cabía todo sin desmontar nada. Siempre sonriendo te dan ganas de quedarte tirado para que te recojan.
- Nuria, tragamillas, con la furgo-gadget de Romina hace un equipo eficiente 100%. Todas las distancias le parecen cortas, siempre llega a tiempo y nos agasaja con comida y bebida al punto de que un día vamos a echar Aquarius al depósito y un trago de gasofa con jamón y queso.
- Victor (Victornillo), servidor, que disfruta volando y escribiendo crónicas cuando no mira el jefe.
Nos acompañaba para el primer tramo Alfonso Redondo (risitas) con su pendular de ala fija para darnos envidia sana con su velocidad.
El plan era despegar a las 7:15 para despegar a las 7:30, sí, dos veces “despegar”, porque esto no es Alemania y SIEMPRE se despega como mínimo con 15 minutos de retraso. El plan no funcionó y empezamos los despegues a las 8 menos cuarto, justo cuando la “no” brisa empezaba a convertirse en un soplidito que se burlaba de nosotros cambiando de dirección cada vez que abríamos la vela en el suelo.
¡Sopliditos a mi!, pensamos Antonio y yo, y decidimos intentarlo de cualquier manera con resultado de… más pérdida de tiempo. No fuimos los únicos que nos entretuvimos dando vueltas y carreritas en el campo así que al final ya estaba saliendo el sol cuando aproamos los majestuosos mascarones de proa de nuestras naves (pies) hacia las tierras del sur.
El primer waypoint era lo que se dice un waypoint de libro, es decir, si los waypoints los pusiera un gigante y tuvieran que tener una forma en 3D serían el cerro de Pulgar. Un cono en medio de un llano que se ve desde muy lejos. Para llegar a él pasamos cerca del aeródromo de Camarenilla (viejo conocido del club), vislumbramos Toledo y su Alcazar desde lejos y rozamos el Castillo de Guadamur, que sorprende por lo nuevecito que está. Parece de plástico.
Ese tramo lo disfrutamos mucho. Viento suave de cola laminar, paisajes verdosos de arboles y cultivos naciendo, poca altura…. Una gozada. Para ser tan temprano no hacía demasiado frío y si lo hacía no nos enteramos con nuestras capas de ropa y nuestros guantes eléctricos o bolsas calientamanos. ¡¡Por fin hemos resuelto uno de nuestros grandes problemas en vuelo!! Otra forma de combatir el frío, algo más complicada, es el método de Antonio: Decir por la radio: “Se me ha parado el motor” ¡¡Y que sea verdad!! Iba el último y lo dijo tan tranquilo que en los primeros segundos nadie reaccionó. Yo dije: “Creo que ha dicho parada de motor!!” Inmediatamente todos dimos la vuelta y ya estaba aterrizado en el suelo. “Que tal?” “Bien bien”. Empezamos a dar vueltas alrededor y empezó el consabido “Trata de arrancarlo por Dios!” entonces nos regañó por preocuparnos y nos echó de ahí como quien espanta moscas. Le deseamos suerte, hablamos con Nuria, Ana y Jose para la recogida y solo se quedó Alfonso revoloteando con el ala a 45 rpm. En tiempo record arrancó y estaba en el aire de nuevo acercándose a trimmers sueltos. Una burbuja en el circuito de gasolina fue la causa que le estuvo dando la lata todo el día sin impedirle hacer la ruta con todos.
Pasado el cerro de Pulgar y tras comprobar que un cono no genera sustentación, nos enfrentábamos a los montes de Toledo que se acercaban relativamente rápido y casi sin darnos cuenta estábamos pasándolos sobre el Puerto del Milagro desde donde se veía, inmenso y brillante, el primer punto de repostaje: El Embalse Torre de Abraham.
Terminando de pasar los montes tuvimos los primeros movimientos a sotavento de éstos. Totalmente predecibles, que sorteamos jugando con la altitud, primero subiendo, luego bajando… para darnos cuenta de que estábamos en una cizalladura con un cambio de dirección del viento de casi 180º.
Bajo la capa de viento inferior había otra capa más de viento cero sin cizalladura apreciable pero con un cambio de humedad y temperatura clarísimos. Fue una bonita sensación que sólo podemos apreciar nosotros y las aves, los que volamos a pecho descubierto.
Abajo y ayudándoles nosotros por radio estaban las furgos buscando el mejor sitio para aterrizar. Habían tantos posibles que era difícil decidirse. Rápidamente Nuria clavó la manga y aterrizamos con el riesgo de un gorrión en un campo de fútbol.
Tengo que decir que todo fue muy bien y en el tiempo previsto. Milagro! Comimos algo de lo que nos iban dando los avitualladoresrescatadoresayudantes, repostamos sin que nadie tuviera que pedir un embudo prestado a nadie y no tardamos menos porque otra vez ese viento cero con mini brisilla juguetona nos jugó una mala pasada. Romi y yo creo que colocamos la vela 3 veces cada uno. Otros se la jugaron y fallaron… en fin, que hubo más fallos ese día que en un año en nuestro palomar.
Una vez en el aire y todavía jadeando, el embalse nos regaló una vista de las que no se olvidan. Pasada la Torre que le da nombre rozamos, sin entrar, el parque Natural de Cabañeros rumbo al siguiente waypoint: La Ermita de Porzuna situada en un peñasco muy particular que se puede decir que marca el final de los montes de Toledo y el principio de la comarca de Calatrava. Más de uno y una que iban los primeros se pasaron de frenada (volábamos a 55 kms/h) y tuvieron que retroceder un poco porque los de atrás les dijimos que si no la sobrevolaban no se les daría trofeo de “ruta conseguida”. Seguro que les mereció la pena.
Los campos de Calatrava nos obsequiaron con las primeras térmicas del año. “Suavesito” para arriba, “suavesito” para abajo como al canción. Dentro de lo previsto. Así pasamos el castillo de Miraflores junto a Piedrabuena cerca de Ciudad Real, ciudad que no llegamos a ver porque el aire estaba cubierto del humo de las quemas de las podas y que se quedaba estancado en la capa de inversión que habíamos palpado antes. Cruzamos el río Guadiana y teníamos delante una pequeña sierra que nos separaba de Brazatortas, el segundo y último repostaje. Al pie de esa Sierra había un aeródromo que nos sorprendió por lo inmenso de la pista. Yo creo que con un poco de habilidad podía aterrizar un A380. Luego supe que se llama aeródromo de San Enrique y que es privado, como bastantes otros que hay en la provincia de Ciudad Real.
Sobre esa sierra empezó el Rock & Roll de verdad. Ya nos quedaba poco para Brazatortas, era la 1 de la tarde y el sol estaba es lo más alto aunque algo velado por unas nubecillas altas que nos vinieron muy bien para retrasar y suavizar las térmicas. Por suerte ya se veía el pueblo a lo lejos y no tardamos, a trimmers sueltos, en alcanzarlo y entre bote y bote (Romina y Richi dirán ¿Que botes?) fuimos buscando un aterrizaje seguro al que pudieran entrar las furgonetas. Mientras la radio estaba ocupada dirigiéndolas a un camino al lado de un buen campo, a Antonio se le volvió a revolucionar la burbuja de su tubo de gasolina parándosele el motor, así que aterrizó a la fuerza al borde del pueblo entre el cementerio, unas casas y… Un buen restaurante. El resto aterrizamos con holgura más a las afueras, metimos todo en en la furgo-hangar de Jose y fuimos a buscar a Antonio, que ya se había integrado y mimetizado a la perfección con el pueblo, sentado en un banco municipal, bajo el fresco de un buen árbol, su gorro de explorador y con cara de satisfacción y de llevar allí toda la vida. Si alguien del pueblo le hubiera preguntado dónde había estado las últimas horas le hubieran metido en el manicomio de urgencia.
Después de un buen homenaje en el restaurante empezamos a distribuir tareas: Unos a por gasolina, otros a dormir la siesta…. pero se impuso la voluntad de la manga de viento. Estaba tranquila y estable marcando una dirección. El velo anti-térmicas del cielo tapaba más y aunque llevábamos una hora de adelanto respecto a lo previsto había que aprovechar por lo que pudiera pasar aun a riesgo de que el velo despareciera y nos machacaran las térmicas sobre Sierra Madrona. A regañadientes me levanté de la hierba (posición siesta) y me puse a repostar como todos.Para evitar perder tiempo yendo a la gasolinera, Jose nos regaló algunos litros que nos faltaban para el lleno total de todos. Teníamos por delante el tramo más complicado: Sierra Madrona y Sierra Morena, y entre ellas una zona de encinares a la que no llega ninguna carretera. El plan era evitar problemas y coger mucha altura. Aquí los motores Moster impusieron su ley y cuando quise darme cuenta ya estaban en la estratosfera (bueno casi) y yo aún preparándome para despegar. Hice mi check list mental rápidamente y completa, pero cuando empiezo la carrera de despegue la vela levanta torcida, corro más y no mejora, miro y tenía uno de los cordinos del freno (lleva 2 en cada mando) enganchado en la palomilla del mando de gas, en plena carrera trato de desengancharlo pero es imposible, el muro del cementerio se acerca peligrosamente, pero cuando iba a abortar noto algo de sustentación, levanto ambos brazos al máximo y sin nada de freno consigo pasar el muro por un palmo, uff! Ha sido un despegue espeluznante en todos los sentidos. Añadiré eso a mi check list mental y un punto más a mi EOS 100, que aunque no empuja lo que un Moster me da una satisfacción tras otra. Esta vez no tosiendo en el despegue y subiendo hasta los 1900 m. sin prisa pero sin pausa.
Durante ese ascenso Andalucía aparecía a nuestros pies. Entramos por el puerto de Niefla sobre la pista forestal de Fuencaliente, de Icona. Las térmicas y movimientos eran constantes, pero llevaderos. Con nuestras velas Reflex y trimmer sueltos o a medias se aguantaban bien sin tener que pilotar. Trimmers sueltos? Para qué? Altura? Para que? Diría Richi mas tarde… él iba a su ritmo, con los trimmers bien calzaditos y disfrutando del paisaje. Su menor altura no le impidió disfrutar de un momento mágico en el que teníamos Sierra Morena y sus embalses delante, Sierra Nevada muy lejana en el horizonte a nuestra izquierda y a la derecha sierras y más sierras.
Como íbamos muy bien de tiempo y casi a 60 km/h, propuse no alejarnos más de la N420 por donde venían las furgos y poner rumbo 180º. Así lo hicimos viendo Montoro a lo lejos, con los motores a bajas vueltas, ya sin turbulencia y envueltos en una paz que rompió Romi al cabo de un rato proponiendo poner rumbo directo a Córdoba “No nos estamos desviando demasiado?” Menos mal porque ya estaba entrando en un estado plácido zen extraño… Al virar teníamos el embalse de San Rafael de Navallana delante y el valle del Guadalquivir. Ya solo quedaba seguir el rio para entrar por Alcolea evitando sobrevolar su prisión.
Nos costó un poco ver Córdoba por la calima, pero con los ojos como platos al final apareció. Objetivo cumplido! Motores al ralentí (como se nota la densidad del aire) y en seguida pudimos ver el eterno ambiente volador de la ciudad.
Paramotores aquí y allá. Enfilo hacia el campo de la Mercedes, que era el waypoint previsto cuando veo que Romi y Paco que van delante empiezan a aterrizar en el campo de El Arenal. Las furgonetas están en éste último porque había una cadena en el otro y al volver y ver el ambiente se acercaron. Algo falló en la radio, sin embargo sí pude oir a Antonio que decía algo antes: “En cuanto empiece a descender fuerte se me va a parar…” Y se le paró. Así que no tuvo duda: Al Arenal. La alegría al aterrizar fue inmensa. El recibimiento también y también la alegría de encontrarnos de nuevo con viejos amigos cordobeses, Rafa Tena, Antonio AMR y los grandes del lugar como Vicky, Antonio Almendros, Pedro, Leo, etc, etc… Y Richi aterrizando a su ritmo.
Foto final con una sonrisa que casi nos da la vuelta a la cara y, después de un poco de tertulia cervecera, vuelta de nuevo a Madrid…enlatados en vehículo terrestre. Gracias mil a todos los que habéis contribuido al éxito de ésta ruta, que como cordobés de sangre era mi principal sueño desde que empecé a volar en paramotor. FIN.
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