Los dedos de las manos no terminan de despertar, le dije a Hanif, guía de montaña que nos acompañaba desde el principio, “¿podrías buscarme una guitarra a ver si me ayuda a aliviar las congelaciones?” En el pueblo de Hushe, lo último que puedes imaginar es que aparezca una guitarra y, si aparece, raro será que tenga todas las cuerdas. Es un pueblo muy especial, situado al fondo del valle que lleva el mismo nombre, es el último punto habitado en la ruta al Masherbrum, paso del Gondogoro y Laila Peak entre muchos otros, conocidos y desconocidos. No soy experto en montañas ni en alpinismo, y mucho menos antropólogo, pero allí tanto la orografía como las gentes que lo pueblan se salen de lo que uno puede imaginar y por más que te lo cuenten hay que viajar allí y disfrutarlo.
Llegamos a Hushe después de todo el día entre caminos y puentes colgantes, el valle es de unos 40 Km. de largo orientado norte-sur, muy estrecho y profundo, a cada lado paredes rocosas de vertiginosas dimensiones y la concentración de agujas y torres más impresionante del planeta. Sebastián Álvaro me dijo que cuando termináramos de explorar el Nanga viniéramos a conocer el sitio, quería que viéramos qué posibilidades a nivel de vuelo tenía el valle. “No te presiones que ya tenemos Récord”, me comentaba antes de despedirse y lo cierto es que yo decidí no presionarme mucho antes, concretamente fue al finalizar la carrera del X-Alps, cuando me dije a mí mismo “En Pakistán no voy a volar en condiciones como en las que he probado suerte aquí”, o por lo menos esa era la intención.
Sabíamos que teníamos varios días seguidos de buena meteo, vientos del oeste y noroeste flojos y en las cotas altas de más de 50 Km., por eso al día siguiente de llegar ya estábamos preparados para volver a las alturas, la primera decisión fue volar a motor, aunque teníamos muchas ganas de volar en libre y recorrer la zona disfrutando del sonido del viento. Tan sólo la visión de tener a menos de 30 kilómetros el pico del Mashenbrum me provocaba para sobrevolarlo, así que bien preparados con todo lo necesario para atacar la cima despegamos a primera hora, desde el principio nos costó remontar y la brisa descendente no terminaba de pararse, apoyándonos en las caras este del valle llegamos al glaciar del Masherbrum donde el viento bajaba con más fuerza. Thomas estaba recuperándose tras varios días de tener el estómago revuelto y me dijo por la radio que prefería bajar, yo también lo decidí, pues veía que el día era estable de más y no acababa de explotar, al menos el vuelo sirvió para reconocer el abrupto lugar e identificar los posibles despegues de vuelo libre. Justo antes de bajarnos, no habíamos pasado de 5.500 metros de altitud, lo vimos, al norte, entre la multitud de picos y montañas, la pirámide, majestuosa, como si miraras a alguien en vez de a algo: el K2, la montaña de las montañas, nos enseñó sus formas. Después de comer, muy cerca de las 4 de la tarde de ese primer día, volví a despegar esta vez en solitario, nada más salir en la pared oeste cercana a Hushe giré un buen torrente térmico que me llevó hasta los 6.000 metros en 10 minutos. Me sentí pleno, libre y pletórico; a esa altitud la visual era impresionante, sin perder un metro, hice transiciones de nuevo a la entrada del glaciar del Masherbrum, volví a girar térmica y alcancé los 6.500 metros. Cuanto más me acercaba a la base de la montaña más espectacular era todo, aunque en los mapas y fotos satelitales había estudiado la zona, identificar todo ese cúmulo de montañas emblemáticas me desbordaba, pero yo seguía, el objetivo estaba claro en mi mente “remontar el Masherbrum”. El viento a esa altura ya era fuerte y frío, además se giraba bastante de norte y si no remontaba a más de 7.000 metros no podría acercarme más, ya que entraría en las turbulencias del rotor. Por suerte, no es la primera vez que recorro una montaña buscando ascendencias y para este fin el paramotor es de gran ayuda, aunque a esa altura casi ni empuja en la espalda, te sirve para bajar menos y si encuentras algo que suba, aunque sea poco, subirás con él; así, poco a poco, volando en corrientes de onda (una especie de ola en el sotavento de las crestas), pasé los 7.000 y los 7.200, durante más de una hora me paseé alrededor de la cima buscando algo, lo que fuera, cuando pude acercarme a la pared el viento estaba muy cruzado a esa zona y no creaba ascendencia, una especie de rellano plagado de grietas y seracs cortaba la cara oeste y cuando estaba bien pegado a la pared percibía que si no remontaba, tal vez no podría salir de allí; ni que decir tiene que aterrizar por allí sería un problema de lo más serio. Seguí obstinadamente en la zona grabando imágenes, pues aquello era único y no sabía si se repetiría, casi no me quedaba cinta y llevaba respirando del regulador de oxígeno desde los 6.500 metros. Las baterías de los guantes se acabaron y todo el tiempo tenía que concentrarme en respirar correctamente y mantener las manos calientes, decidí volver y nada más separarme del macizo encontré otra vez la onda, al poco estaba de nuevo ascendiendo en ladera en la pared del Masherbrum, pero esta vez a más de 7.500 metros de altitud, pasé a la cara norte y lo que vi fue tan potente que, aun con las manos congeladas y el estrés del vuelo, rebobiné la cinta e hice uno de los planos más fantásticos de mi vida, pegado a la pared de pronto al rodear al norte aparecen el Baltoro, Concordia Torres del Trango, G4, Broad Peak y el K2, creo que aunque vuelva, esa imagen no la superare jamás. Volví a marcharme y de nuevo remonto en onda, pero esta vez mucho más, el GPS marca 7.864 metros, me veo a la misma altura de la cima y al mismo tiempo que me acerco, rebobino de nuevo y me grabo a mí mismo con el Masherbrum, así no cabría la menor duda de que había estado allí.
En mi mente, además de este relato del vuelo queda la sensación en las manos, el frío era tan fuerte que parecía que te quemaba las manos, me acordé de las fotos de un porteador con congelaciones en los dedos, sin entrar en detalles, no me hacía ninguna gracia ver las mías así. Además, justo al empezar a retornar, casi todavía en la cima, el motor se paró, ya sin combustible. Bajé extasiado, contando por la radio como podía lo que acababa de hacer, me daba igual si no llegaba a Hushe, pues con esa altura seguro que estaría cerca; fue un placer, un planeo del Cielo al a Tierra. En el horizonte, cortado por miles de picos, el sol, a su lado, muy a lo lejos, el Nanga Parbat y yo flotando en un mar de sombras .Me sentí desaparecer, diluyéndome en el aire al respirar su espíritu.
En la zona estuvimos casi 10 días, después de hacer el vuelo del récord, volamos en las diferentes vertientes sin motor y nos dedicamos a hacer fotos e imágenes para el documental, nos convertimos en personas importantes del pueblo, cada vez que volábamos se congregaban todos los niños y muchos mayores, nos cantaban canciones y se lo pasaban bomba viéndonos, allí no hay mucho divertimento, el final del verano llegaba y todos se preparaban para el duro invierno (el pueblo está a 3.000 metros de altitud), pero creo que este año se divirtieron con esos extraños hombres-pájaro, a mí me bautizaron con el nombre de Ramón Pongi, que espero que sea algo bueno, nadie me dijo qué significaba. Esperando buena meteo para intentar algún vuelo bueno en libre, llegó el final del Ramadán y nosotros lo celebramos tocando la guitarra y cantando; por fin mis dedos se movían alegremente por el mástil. Ramón López descargó todos los tracks y, al igual que en el Nanga y que en todos mis anteriores récords de altitud, los instrumentos no coincidían, mientras uno marcaba 7.864, el otro daba 7.500, por suerte esta vez no estaba en atmósfera libre, si no que tenía una súper montaña al lado de la cual se conoce exactamente la altura ,ademas tenia imágenes para demostrarlo. Esperamos que la FAI ratifique el más alto de los datos, pero eso es cosa suya. Para mí, lo importante es haber estado allí arriba con un trapo y un paramotor. Debo resaltar que, al final de los dos vuelos de más altura, el de 7 800 metros lo hice con gasolina normal sin aditivos, con una vela nivel 2 y como única preparación de motor, la posibilidad de carburar en vuelo, lo demás todo de serie.
Visualizamos las imágenes y las fotos. Sebastián ya no estaba, pero Mariano, el operador de cámara me comentaba que teníamos un montón de buen material filmado, así que si volábamos el río Indo en su paso por Skardu, completaríamos con creces nuestra expedición aérea y lo conseguimos después de que el amigo Serali del hotel Concordia, consiguiera el permiso de los militares. Skardu es una zona muy militarizada y está prohibido volarla. Hay que resaltar el paisaje, las dunas de arena de las que emergen gigantescas rocas negras y por en medio de todo, los meandros del río.
Me gustaría agradecer, en primer lugar a todos los que estuvimos allí, Sebas, Thomas, Ramón López, Ramon Portilla, Fernandino, Álvaro y Mariano por la buena disposición de todos, también a los guías Hanif y Samandar. A los miembros de la PAFF, el club Pakistaní que se ofrecieron sin condiciones. Al equipo Draco, Juan, Antonio y Lola que, sobre todo, me aguantan. A los fabricantes PAP y Advance, que gracias a sus máquinas camino por el aire. A H&E, que con su motor de 2 tiempos rompimos los límites. A la estación de esquí de Sierra Nevada, que siempre me empujan para subir alto. A Jordi Soler y Juan Ortega, por sus consejos con los motores, a Pepe Villen por su aceite de oliva. Brad Sanders , Julian Wirtz , Philippe Nodet y John Sylvester porque sus aventuras en Pakistan nos dieron nuevos sueños. A luis Castellanos Y Miguel Torres ellos me llevaron los entrenamientos .También a Red Bull España, Spot Europa, Land & Space Aviattion de Arabia, Nac inntercon,Nirvana,Helix, Peak Performance, Black Diamon,Co2Logic,Summit Oxigen. Porque sin todos ellos estas aventuras no serían posibles y el trabajo de un equipo es en realidad lo que nos hace conseguir los sueños.
Para terminar, quisiera contar un pequeño relato de un vuelo sin motor, que ya hemos hablado bastante de paramotor.
Después de muchos días seguidos de paramotor siempre intentando batir récords, decidimos que los últimos días serían para volar en libre (ya teníamos 2 récords en Nanga y Masherbrum).
En Hushe, encontramos 2 despegues, uno de levante y otro de poniente, el valle principal es norte-sur, bastante estrecho, con paredes de roca de difícil acceso, volando en paramotor ubiqué bien las zonas de despegue que, aunque son valles afluentes más estrechos aún, en la zona donde confluyen se vuela bien, después de caminar 2 horas, llegamos al tubo oeste (digo tubo porque es un canuto de una pendiente imponente con farallones de roca a los lados), a partir de las 2 de la tarde la brisa sube y te aseguras remontar.
Ese día decidimos volar sin oxígeno, teníamos la intención de remontar al máximo. Al despegue llegamos cansados, ya llevábamos un mes de expedición y se notaba en las fuerzas, nos acompañó un porteador de los que van con las expediciones a los ocho miles, fue el único en todo ese tiempo que nos “machacó” en la subida, pero en cuanto estábamos en el aire la cosa cambió, un +6 ó +7 mantenido nos llevó desde los 3.700 metros a los 6.900 metros. El paisaje cambió radicalmente, de estar en el fondo rodeados de agujas de roca pasamos a sobrevolar montañas de casi 6.000 metros con un cielo de un azul oscuro jamás visto, de pronto sonó la voz de Thomas por la radio “Ramón, me encuentro bastante mal, no veo y tengo el cuerpo apelmazado”, nos salimos de la térmica inmediatamente y le dije que fuera al centro del valle y metiera orejas con acelerador, el problema es que al no ver bien, se dirigió directo a la zona de más agujas de roca, desde abajo Ramón López también le hablaba y le tranquilizaba, su respiración se oía muy cansada. Fue un episodio de hipoxia que duró unos minutos, justo el tiempo que tardamos en bajar a 5.500, después se mejoró y continuamos un pequeño vuelo de cross con dirección al glaciar del Masherbrum. En distancia desde Hushe no es mucha, 50 kilómetros de ida y vuelta, pero el lugar es impresionante. Sin pasar de 6.500 metros de techo con térmica azul poco a poco llegamos a la base del macizo e incluso llegamos a estar girando a más de 6.000 metros pegados a la cumbre, de fondo la concentración de montañas más grande del planeta “El techo del Mundo”: K2, Broad Peak, G4, entre muchos otros. Desde allí y con ese techo podríamos haber pasado por el paso del Gondogoro a Concordia y aterrizar en el glaciar del Baltoro, pero eso quedará para otra aventura. En la mente, enturbiada por la falta de aire, queda el recuerdo y se mantendrá vivo el sueño de volver.
Ramón Morillas